"El capital es cobarde. Todo lo que pueda afectar a su estabilidad y a la reversión de la inversión perjudica a la implantación de empresas. El terrorismo integrista está latente y en cualquier momento puede dar otro zarpazo, dada la situación de los conflictos en el Magreb. Cada empresa hace su mapa de riesgos en su área de competencia y por eso nosotros vamos a elaborar el mapa de riesgo económico por influencia del terrorismo en nuestro país". (Francisco Perosanz, impulsor de la jornada inaugural sobre Terrorismo Internacional de la cátedra de Seguridad Privada UNED-Niscayah)
A propósito de la reciente presentación en el edificio de Humanidades de la cátedra de Seguridad Privada, organizada y auspiciada por la UNED en colaboración con la empresa de seguridad NISCAYAH, nos gustaría ofrecer algunas reflexiones en torno a la colaboración de la UNED con diversas instituciones cuya actividad está directamente relacionada con la violencia, física y/o simbólica.
No deja de sorprender el hecho de la importante participación de una universidad pública, el menos en España, en el fomento de las actividades de guerra, control y vigilancia (paz, prevención y seguridad lo llamarán algunos para maquillarlo y hacerlo digerible para el común de los mortales). Se suele hablar de la distancia como la característica crucial y diferencial de nuestra universidad, sin atender lo suficiente a aspectos tan insólitos como la intensa pregnancia de las actividades de defensa en nuestro panorama universitario. El inventario de actividades y programas que lleva a cabo la UNED en este sentido no es despreciable.
Pertenece a la UNED tras su creación en 1997 el Instituto Universitario Gutiérrez Mellado, que como se indica en la propia página web del organismo se conforma como “instrumento idóneo para estrechar los lazos entre los ámbitos políticos, militar y académico”, es decir, que se presenta como un cauce idóneo para poner la inteligencia y el conocimiento generados en la universidad (entre todos) al servicio de la guerra y su gestión.
Asimismo la UNED colabora y acoge mediante un convenio firmado con el Ministerio del Interior y la DG de la Guardia Civil la creación del IUISI (Instituto Universitario de Investigación sobre Seguridad Interior) en cuyo seno se desarrollan actividades muy similares a las del Instituto Gutiérrez Mellado, es decir, enfocadas a poner los recursos públicos en la forma de medios materiales e intelectuales al servicio de las necesidades de la seguridad.
Por último, si no se nos escapa algo, se creó recientemente la ya mencionada cátedra de seguridad privada cuya primera ponencia versaba sobre seguridad y terrorismo internacional y a la que asistieron variados representantes del complejo militar-industrial: miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, miembros de la inteligencia militar de otros países (ver video) representantes de BP, empresa petrolífera entre cuyos méritos recientes en seguridad destaca la destrucción del Golfo de México a causa de un gigantesco vertido de una de sus plataformas marítimas, (http://www.kaosenlared.net/noticia/golfo-mexico-british-petroleum-transocean-halliburton-causan-danos-irr) representantes de EADS, empresa aeronáutica y armamentística dedicada entre otras cosas a la fabricación de misiles nucleares, etc…
En definitiva, se constata la estrecha vinculación de esta universidad con las inquietantes actividades encuadradas en el ya célebre y aséptico género de la seguridad. Y decimos aséptico porque el concepto de seguridad ha entrado recientemente por la puerta grande de los discursos políticos, estratégicos y empresariales sin que nos hayamos detenido demasiado a analizar todo aquello que denota. La seguridad no es evidentemente un concepto de reciente creación, e incluso es posible que una buena parte de su campo semántico ya estuviera presente con la aparición de las primeras sociedades humanas. La seguridad interior y exterior ha constituido, desde que se fundaran, la preocupación fundamental de los estados, y el estado siempre ha existido con una única vocación, hacer la guerra: en un primer momento para llevar a cabo puras conquistas políticas y territoriales, geográficas y humanas, y más tarde, con la aparición de los modernos estado-nación, para asegurarse un lugar privilegiado en el comercio internacional, es decir, para facilitar las transacciones de las corporaciones industriales y comerciales. Por tanto no es de extrañar que las necesidades de seguridad y las guerras emprendidas en su nombre hayan sido cuestiones omnipresentes en los programas políticos de estados e industrias interesadas. Sin embargo, con el declive de la soberanía de los modernos estados-nación, merced a la proliferación y expansión de organismos y corporaciones transnacionales (FMI, BM, ONU, integraciones económicas como la UE, tratados comerciales institucionalizados de todo orden) que vienen a regular la complejidad de las relaciones globales, el concepto de seguridad experimenta un desplazamiento geográfico y semántico que no conviene pasar por alto.
La seguridad en la era de las soberanías nacionales era fácilmente identificable con las fronteras nacionales (seguridad exterior-seguridad interior) como un segmento que delimita dos órdenes distintos de realidad: el orden público interior y la virtualidad de alianzas y conflictos con el resto del mundo y encomendados cada uno de ellos a dos cuerpos distintos (policía para el interior y ejército/diplomacía para el exterior). Sin embargo, con la difuminación de las fronteras, al menos en un sentido soberanista, que trae consigo la globalización, la seguridad se torna igualmente difusa, y de ahí que cada vez se solapen más las funciones de militares y policía. La nueva configuración del capitalismo global exige esfuerzos de seguridad y enemigos a la medida de sus necesidades. El terrorismo internacional se convierte entonces en la hidra, monstruo omnipresente y multicéfalo que constantemente amenaza el mal llamado “orden” internacional. Al mismo tiempo se amplía el marco de las actividades consideradas terroristas (las guerrillas y movimientos de resistencia de toda índole que combaten la violencia y corrupción de ciertos estados son consideradas terroristas porque al desaparecer las fronteras y soberanías ya no resulta posible atacar a los estados, sino sólo a los intereses globales). Los estados ya no pueden declararse formalmente la guerra, pues todos han supeditado su soberanía a las nuevas necesidades de las corporaciones e instituciones globales, haciendo converger sus esfuerzos hacia un plácido fluir del capital. La seguridad se traslada entonces de las fronteras a cualquier lugar, a todos los lugares, lo que explicaría la increible proliferación de videovigilancia y controles de todo tipo a la que nos estamos viendo sometidos en estos últimos tiempos. La vigilancia cumple el doble cometido de poner a resguardo la propiedad privada y que el terror al enemigo (el terrorista-inmigrante-anarquista-activista social) se convoque en todo momento y en todo lugar, al erigir una frontera dentro de cada uno de nosotros mediante la desconfianza generalizada. Estas necesidades surgidas de la nueva seguridad también explicarían el concepto de guerra preventiva. Al no resultar posible ya hacer declaraciones formales de guerra, que antaño permitían regular con cierta exactitud los tiempos del conflicto (declaración de guerrahostilidadestratados de paz) aquélla adquiere una dimensión temporal inusitada, en la forma de la profecía, la eternidad y el tiempo cósmico (nos anticipamos a las hostilidades y las extendemos a nivel planetario y sin fecha determinada de finalización). También la dimensión espacial que configura las actividades de seguridad, como se ha apuntado antes, queda dislocada, pasando de ser un espacio duramente marcado (dentro-frontera-afuera) a un espacio “sin fronteras” en el que las actividades de seguridad se multiplican en todas las direcciones, en todo lugar y a partir de múltiples ejes flexibles.
En contra de lo establecido en el art. 92 de la LOU: “Las universidades fomentarán la participación de los miembros de la comunidad universitaria en actividades y proyectos de cooperación internacional y solidaridad. Asimismo, propiciarán la realización de actividades e iniciativas que contribuyan al impulso de la cultura de la paz, el desarrollo sostenible y el respeto al medio ambiente, como elementos esenciales para el progreso solidario.”, la UNED contribuye, a través de las instituciones y organismos antes señalados, a la proliferación de esa paranoia planetaria que acarrea el concepto de seguridad y su necesario correlato, el terrorismo internacional, el nuevo enemigo fantaseado a batir. Acogiendo y prestando sus recursos a cátedras de policías del mundo, corporaciones destructivas y cuerpos represivos, y negando por otro lado un espacio para que la CNT desarrolle su legítima actividad sindical. En la foto puede verse cómo los ejércitos de otros países son bienvenidos en la UNED pero no así los sindicatos combativos, aquellos que precisamente luchamos sin vendernos contra las injusticias globales que contribuyen a mantener el mundo en este estado de guerra perpetua.
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